Pasar de un despacho de abogados a trabajar como asesor jurídico interno en una empresa (in-house) es una transición cada vez más habitual entre profesionales del derecho. Las motivaciones pueden ser variadas: deseo de mayor estabilidad, horario más predecible, proximidad con la toma de decisiones o interés en sectores concretos como energía, construcción o nuevas tecnologías.
El cambio implica asumir un rol diferente. Mientras que en el despacho se trabaja para diversos clientes y se presta un servicio externo, el asesor jurídico interno forma parte de la estructura de la empresa, toma decisiones estratégicas junto al equipo directivo y gestiona riesgos desde dentro. Por ello, se valoran competencias como la visión global del negocio, la capacidad de negociar y un enfoque más práctico que teórico.
Para preparar esta transición, es recomendable formarse en áreas como derecho mercantil, contratación, compliance o derecho laboral, según el sector de destino. También es útil adquirir nociones de finanzas básicas y desarrollar habilidades de comunicación para interactuar con perfiles no jurídicos. Adaptar el currículum, destacar experiencia relevante con clientes corporativos y mostrar conocimiento del sector empresarial son pasos clave.
El proceso de selección suele ser distinto al de los despachos. Muchas empresas valoran la experiencia, pero también el encaje cultural, la flexibilidad y la orientación a resultados. Participar en eventos de networking sectorial, enviar candidaturas espontáneas y trabajar el perfil de LinkedIn con un enfoque corporativo pueden acelerar el cambio. Es un camino exigente, pero con grandes posibilidades de crecimiento profesional.
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